lunes, 29 de marzo de 2010

Julian Harston: “España nunca ha mostrado una voluntad real para solucionar el conflicto del Sáhara"

Nacido en Nairobi en 1942, este diplomático británico acumula en su oficina en Belgrado multitud de recuerdos que hablan, de manera fascinante, de sus destinos anteriores. Tras cuatro décadas de servicio internacional (Timor, Sáhara Occidental, Bosnia y Haití, entre un largo etcétera), el ex-Representante del Secretario General de las Naciones Unidas en Belgrado, Julian Harston, acaba de iniciar una bien ganada jubilación.


Entrevista completa en EL IMPARCIAL Álvaro Ballesteros. 09-03-2010

Sentado en su despacho, flanqueado por una bandera de la organización mundial por excelencia y por un cuadro de dos saharauis jugando al ajedrez en las arenas de Tinduf, Harston habla sobre el Sáhara Occidental, Kosovo, la ONU y la Unión Europea, en la que es su primera entrevista tras dejar su puesto de Representante de Ban Ki-Moon en Belgrado.
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-Pregunta: Con respecto a su época como Jefe de la misión de la ONU en el Sáhara Occidental (MINURSO), ¿cuál es su opinión sobre este conflicto?

Tuve la suerte de liderar la MINURSO entre 2007 y 2009, un momento de negociaciones que despertaron un mayor interés político, a pesar de que nunca tuvimos cerca la solución al conflicto. Como en las negociaciones sobre Kosovo, en las discusiones sobre el Sáhara Occidental hubo siempre una presión asimétrica de la Comunidad Internacional sobre una de las partes. En Kosovo, la presión se ejerció exclusivamente sobre el gobierno serbio; en el Sáhara, principalmente se presionó al Polisario. Las negociaciones nunca llegan a buen puerto cuando sólo se presiona a una de las partes. Es muy interesante ver cómo ciertos miembros relevantes del Consejo de Seguridad de la ONU han defendido posturas totalmente contradictorias en temas como el Sáhara Occidental y Kosovo. Sobre el tema del Sáhara, los líderes en Washington, Londres y París apoyan la solución de autonomía dentro de Marruecos. Sin embargo, en el tema de Kosovo, esos mismos líderes apoyan la independencia de Serbia.
Lo de que Kosovo es una excepción única no se lo cree nadie. Al menos en el tema del Sáhara Occidental, las autoridades marroquíes han entendido que son parte de un proceso enmarcado en el ámbito de las resoluciones de Naciones Unidas, mientras que en el caso de Kosovo, los líderes kosovares han sido animados a ignorar dichas resoluciones de la ONU. Es imposible obviar que los países que han reconocido la declaración unilateral de independencia de Kosovo lo han hecho en clara violación de las resoluciones de Naciones Unidas.
Volviendo a la cuestión del Sahara, Mohamed VI ha jugado bien sus cartas. Al introducir la posibilidad de autonomía para otras regiones dentro de Marruecos, ha creado el marco adecuado para reforzar sus reivindicaciones sobre el Sáhara. Pero las resoluciones de la ONU aún exigen el mutuo acuerdo de las partes y algún modo de satisfacción para implementar los deseos de autodeterminación de los saharauis. En este escenario, las negociaciones deben continuar, a pesar de que el status quo favorece a Rabat. El problema es que este contencioso no se halla en la agenda de nadie a día de hoy, y aquellos que podrían influir en su solución están bastante contentos con el status quo actual.


- Pregunta: ¿Cuál es su opinión sobre el papel jugado por España en el conflicto del Sáhara Occidental?

Viví dos años en Portugal y entiendo perfectamente el sentimiento en ambos países por la manera poco limpia en que se gestionó la cesión de sus responsabilidades coloniales en los años 70. Como Jefe de la MINURSO siempre me impresionó el alto nivel de apoyo al pueblo saharaui entre la población española en general, como los programas de acogida para niños saharauis en familias españolas o los miles de contenedores de ayuda enviados a los campos de refugiados por ayuntamientos de toda España. Eso es algo que nunca olvidaré. No cabe duda que el pueblo español en general se ve muy ligado al saharaui y que siente un fuerte sentimiento de responsabilidad por la situación del Sáhara, lo que supone un problema para el gobierno español, que no ha mostrado nunca ninguna voluntad real de apoyar iniciativas creíbles para solucionar este conflicto.
Comparando la respuesta oficial de España y Portugal, por ejemplo, en el caso de Timor Oriental, el gobierno portugués desempeñó un liderazgo claro de apoyo a la independencia en la sede de la ONU y sobre el terreno en Timor. Militares y policías portugueses jugaron un papel muy importante en las operaciones de la ONU allí desde 1999. España no ha presionado nunca para estar en la toma de decisiones sobre el conflicto del Sáhara. Todos los gobiernos españoles en Madrid simplemente se lavaron las manos desde 1975. También hay que preguntarse qué es lo que España estaría verdaderamente dispuesta a aportar y cómo ello afectaría a sus relaciones comerciales con Marruecos, sin olvidar el asunto de Ceuta y Melilla. Rabat cuenta con el apoyo decidido de Washington y París, que dicen querer impulsar la democracia en este Estado feudal. España no puede hacer mucho por el pueblo del Sáhara sin asumir unas implicaciones plenas en su política exterior. Cualquier partido político que proponga un cambio en la posición tradicional hacia el Sáhara desde 1975 tendrá que hacer un análisis muy serio de su política en muchos ámbitos, si no quiere nuevamente defraudar las expectativas creadas.
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