El ministro de Exteriores de
España da parcialmente la razón a Rabat en su rechazo de Christopher Ross como
mediador en el conflicto
Los gobiernos del Partido
Popular siempre han sido más cautos, a la hora de pronunciarse sobre el Sáhara
Occidental, que los del PSOE que a partir de 2007 manifestaron veladamente sus
simpatías hacia la oferta de Marruecos de conceder una autonomía a esa antigua colonia
española que renunciaría así a la independencia.
En su primer viaje a Rabat, el
miércoles pasado, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
García-Margallo, quebró esa prudencia. Criticó abiertamente al diplomático
estadounidense Christopher Ross, enviado personal del secretario general de la
ONU, Ban Ki-moon, para el Sáhara desde 2009.
“Sería bueno que avanzase en el dosier más
rápido y se centrase en los temas centrales de ese dosier en vez de perderse en
temas accesorios”, declaró García-Margallo
en una rueda de prensa con su homólogo marroquí Saaedin el Othmani. El ministro
español aludía a que el mediador Ross ha convocado reuniones informales entre
delegaciones de Marruecos y del Frente Polisario e intentó prioritariamente que
ambas partes apliquen medidas de confianza antes de entrar de lleno en la
negociación.
Las autoridades de Marruecos
retiraron el 17 de mayo su confianza a Ross porque su posición sobre el
conflicto era “tendenciosa”. Les reprocharon, entre otras cosas, no haber puesto
en marcha una negociación formal, un argumento compartido por García-Margallo
en Rabat. De ahí que la prensa marroquí alabase sus palabras.
En realidad, los marroquíes
estaban más bien descontento con Rosss, según fuentes diplomáticas europeas,
por su proyectada visita al Sáhara y último informe, elevado en abril a Ban
Ki-moon, en el que acusaba a Marruecos de haber espiado a la Minurso
(contingente de la ONU en el Sáhara) y de poner trabas al buen desarrollo de su
misión. La iniciativa marroquí invalida definitivamente a Ross como mediador.
Cuando Rabat le retiró su
confianza hubo múltiples e inmediatas reacciones al margen de las consabidas
soflamas de Argelia y del Polisario. Ban Ki-moon le reiteró varias veces su
total apoyo –la última el 22 de junio-
así como EE UU, su patria. Francia, por su parte, se limitó a “tomar
nota” de la decisión marroquí sin arremeter contra Ross ni dar la razón a
Marruecos. García-Margallo sí se la dio, al menos parcialmente, el 20 de junio.
Ha transcurrido más de un mes
desde que se produjo la repudiación de Ross por Rabat hasta que, por fin, la
diplomacia española ha reaccionado. Es verdad que el 23 de mayo el secretario
de Estado de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito, respondió en Nueva York a
algunas preguntas sobre la repulsa a Ross, pero fue tan confuso que no se sabe
lo que piensa.
Ante los corresponsales de
prensa españoles dio muestras, hablando castellano, de respaldar tibiamente a
Ross, pero ante los marroquíes, a los que se dirigió en francés, el mediador de
la ONU ya no contaba con su apoyo. El relato de las dos intervenciones de De
Benito hecho por la web informativa estadounidense Inner City Press es
entretenido.
Cuando, en enero pasado, el
presidente Mariano Rajoy viajó, por primera vez, a Rabat, reiteró sobre el
Sáhara la tan socorrida frase: “Nosotros estamos con lo que diga la ONU”. Su
secretario general, Ban Ki-moon, dice y repite que tiene plena confianza en
Ross, pero García-Margallo cree que Marruecos tiene al menos una razón para
desconfiar de él como mediador.