por Álvaro Escribano
Cada día paso por la Calle
Serrano de Madrid, la recorro tan veloz como me permite mi moto y la normativa
municipal de tráfico, es la rutina previa a poder disfrutar de mis hijos la
hora y media que me queda antes de que deban ir a la cama. Cada jornada
laboral, acudo puntual (o no) a la singular peregrinación de esta extraña vida
urbanita estructurada en tiempos compartimentados que nos toca vivir a los que
aún conservamos nuestro puesto de trabajo. Absorto en mis pensamientos apenas
dejo libertad a mi percepción para realizar una composición de lugar del
entorno que me rodea salvo que tenga la fortuna de que un semáforo me ordene
parar, entonces observo.
Eso sucedió hace unos días, me
paré, observé y vi que allá por el número 188, entre las casas lujosas del
único barrio de Madrid en el que el precio del metro cuadrado no ha sufrido
ninguna modificación durante esta ya larga travesía del desierto, había un
pequeño campamento saharaui improvisado. Supe que era saharaui por la bandera
que lo adornaba y por la ubicación del enclave, justo frente a la opulenta
embajada de Marruecos, enseguida concluí que si esas personas se encontraban
ahí debía tratarse sin duda de algún tipo de reivindicación. Más tarde, cuando
el semáforo me dio la salida deduje que el acto cívico de protesta podía estar
relacionado con el secuestro masivo del pueblo saharui entre un muro de 2000 kilómetros y
campos minados o al hacinamiento en Tinduf de 150.000 ciudadanos que han puesto
tierra de por medio para protegerse de la furia Alauí. Para entendernos,
150.000 almas llenan dos Bernabéus, en este país o hablas en cristiano de
fútbol o no te entiende ni dios, espero se me disculpen las ironías.
Los días siguientes seguí
pasando de largo aunque ralenticé el ritmo para poder leer sus carteles y ver
sus rostros, hasta ayer. Ayer pensé que si estos convecinos llevaban ahí tantos
días debía ser por algo importante y que ese algo quizás mereciese la pena ser
escuchado entonces me detuve, saludé, me presenté, pregunté y me invitaron a
sentarme y menos mal que me senté. Allí varias persona de toda índole
acompañaban a un joven que será el protagonista eventual de esta historia
aunque en realidad lo sean todos, los que estaban, los que no, los ya
fallecidos, los detenidos y todos los que apiñados entre minas y muro aguardan
un incierto desenlace. Nosotros con nuestra complicidad probablemente sólo
somos sus antagonistas.
Ayer conocí a Lafkir Kaziza un
hombre de 21 años en huelga de hambre desde hace dos semanas en protesta por la
detención arbitraria de sus compañeros y amigos por los cuerpos de inseguridad
marroquíes. Un hombre que sólo desea saber por qué no puede ser saharui, por
qué le han sometido a torturas, por qué si hay convenciones internacionales que
rigen los derechos de asesinos nadie cumple los que protegen a los inocentes,
por qué, en definitiva, no tiene los mismos derechos que yo. Un hombre que pone
en riesgo su vida para salvar la de sus camaradas. Un hombre del que no había
oído jamás hablar en ningún medio de comunicación a pesar de que según me dijo
muchos periodistas han pasado a verle. Están ahí, frente a la casa de su
agresor, frente a la puerta de su captor para preguntar pacíficamente - si no
fuesen pacíficos habría policía - por qué y hasta cuando, sobre todo hasta
cuando porque una vez esto termine ya no querrán ni saber los motivos de la
ignominia, eso será cosa de tribunales. Están ahí para pedir un acuerdo de
mínimos, conseguir que los apresados en las cargas de Gdeim Izik, nos
remontamos a 2010, sean juzgados por el código civil y no militar para evitar
una muerte segura. Curiosa paradoja la de pedir un juicio justo para quien no
ha cometido ningún delito más allá de solicitar una libertad negada. Yo por mi
cuenta, me limitaré a preguntar en su nombre, y lo haré no ya a Marruecos que
no es muy proclive a responder nada, lo haré a nuestros mandatarios, a nuestras
desunidas naciones ¿Por qué una vez más no hacemos nada? Quizá estéis tratando
de ganar tiempo pero no tardéis porque el suyo se acaba, puestos a rescatar, he
aquí otra nación que necesita nuestro rescate urgente.
Al igual que en Serrano hay
algo más que tiendas y adinerados compradores, deberíamos descubrir que en el
Sáhara hay mucho más que independentistas y supuestos terroristas. Podemos
aborrecer los nacionalismos, las fronteras y las banderas pero nunca debemos
olvidar que someter a alguien y obligar a que pertenezca a un lugar al que no
pertenece y con el que no le une ningún lazo familiar, afectivo o cultural se
llama secuestro y apartar a los disconformes se llamó apartheid, eso es lo que
hace Marruecos levantando muros y minando campos. Sometidos desde el Siglo XV,
conquistados y reconquistados pero nunca libres, nadie tiene derechos
adquiridos sobre las tierras - por eso mutan las fronteras - pero mucho menos
sobre sus habitantes. Los países no son más que uniones temporales de
individuos basadas en el acuerdo tácito de buscar en conjunto un bien común que
ayude a que tanto ellos como sus descendientes puedan crecer con garantías de
paz y bienestar. Si el pueblo saharui se niega a pertenecer a ninguno de los
países vecinos - con Mauritanía las relaciones no fueron mejores - es simplemente
porque éstos no buscan confraternizar y repartir sus riquezas para ayudarles a
construir un futuro mejor. Ellos, los invasores, lo único que quieren es
expoliar sus tierras y masacrar a sus gentes porque geo-estratégicamente les
resulta beneficioso o porque el ego de un mandatario cruel va en ello.
Conviene no olvidar además que
Marruecos lo gobierna alguien que por sus raíces para muchos sigue siendo un
extranjero, un Rey que cuelga sus fotos por doquier para que sus súbditos no
olviden quien manda, un Rey que prefiere construir muros a escuelas. Para mí,
en todo caso esa tierra siempre será Bereberia, y no sólo me refiero al Sáhara
Occidental, sino a gran parte del sur de Marruecos y otros territorios también
habitados por bereberes, un pueblo amable y hospitalario. Bereberia, un término
que acuñó hace ya una década mi amigo Juan con quien durante un tiempo tuve el
placer de compartir anhelos y vivencias, un amigo que siempre ha tenido claro
que el nacionalismo cerril sólo se combate con cultura.
Lafkir está aquí, justo aquí,
podemos parar y preguntar o seguir nuestro camino hacia una siesta perenne ya
sólo interrumpida por alguna que otra fluctuación bursátil. Yo ya he conocido a
Lafkir y no puedo abandonarlo, si queréis descubrir su historia no tenéis más
que acudir mañana a las siete de la tarde a las puertas del Ministerio de
Asuntos Exteriores, no es baladí, el 85% de las solicitudes de asilo político
son denegadas, de no atender las demandas de Lafkir, él no necesitará juicio
porque ya le habremos sentenciado.
Ayer no llegué a tiempo de
disfrutar de mis hijos pero fue sólo un día, las madres de Lafkir y sus 22
compañeros no saben si podrán volver a disfrutar de los suyos, eso puede que en
parte dependa de nuestra capacidad de parar, escuchar y alzar la voz.
Toda la información sobre su
historia y su lucha en:
http://huelgakaziza.blogspot.com.es/
http://defiendealrefugiado.com/country/23/videos/huelga-de-hambre-de-lakfir-kaziza
PD: Dedicado, por supuesto,
a Lafkir para que su lucha sea fructífera y sus demandas atendidas. Dedicado
también a Alí, otro amigo del desierto con quien tuve la ocasión de compartir
risas y utopías entre los muros de su hogar, un hogar que fugazmente también
fue el mío.