viernes, 14 de septiembre de 2012

La nueva imagen de la Casa Real olvida “puntos negros” como la entrega del Sáhara


La Casa Real se vanagloria de haber recibido, durante las 24 primeras horas de su nueva página web, la visita de 140.000 personas, con un total de  650.000 entradas y hasta 100.000 consultas simultáneas. Un verdadero éxito, sin duda, por los significativos cambios imprimidos a su escaparate informático para dar una imagen de transparencia, claridad y cercanía ante la opinión pública. Así lo ha difundido la práctica totalidad de los medios de comunicación que, desde el punto de vista crítico, como mucho, han echado en falta unas palabras explicativas sobre el caso Urdangarín.
Es cierto que sería de ilusos esperar que la Casa Real aprovechara la ocasión para aclarar este y otros asuntos oscuros que envuelven a la Corona de España. No se trata de hacer, a estas alturas, un “mea culpa” de los puntos negros en la trayectoria de Juan Carlos, pero también es cierto que, precisamente en honor de las muchas personas interesadas en la Casa Real, no habría estado mal incluir alguna referencia, al menos, a aquellos acontecimientos que, debido a su trascendencia histórica, todavía hoy permanecen de plena actualidad. Me refiero concretamente al protagonismo del Rey en la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos, asunto que, como otros polémicos, se esquiva en esta operación de imagen.
Quienes quieran enterarse de los detalles deberán zambullirse en las páginas de los libros, como “El precio del trono”, de Pilar Urbano y de  reciente aparición, que dedica a este tema unas cuantas páginas. La realidad es que, por lo general, se ha pasado “de puntillas” por la implicación del Rey en un asunto tan sangrante que aún duele a buena parte de la población española y sigue movilizando a miles de jóvenes que ni siquiera habían nacido en 1975.
Pilar Urbano explica que Juan Carlos asumió la Jefatura del Estado el 30 de octubre de ese año, en plena crisis del Sáhara, tras haber solicitado el propio Franco, ya en fase terminal, que se aplicara el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado. Al día siguiente, Juan Carlos, ya como máxima autoridad política de la nación, preside un Consejo de Ministros con la cuestión saharaui como tema prioritario.
“Estamos en una situación muy crítica –pone la autora en boca del Rey-, en la que va a ser necesario adoptar decisiones de riesgo. Y soy ahora el jefe del Estado, y no pienso endosarle a nadie lo que es responsabilidad mía. Así que se acabó el marasmo: voy a tomar el asunto del Sáhara en mis manos”.
Portada del libro de Pilar Urbano.
En consecuencia con estas palabras, su primera medida fue un viaje relámpago a la todavía colonia española donde, públicamente, ante la oficialidad concentrada en el Casino Militar, prometió que España cumpliría sus compromisos y respetaría “el derecho de los saharauis a ser libres”, palabras que, por cierto y según explica Pilar Urbano, desaparecieron de la nota oficial a la prensa para no ofender al rey de Marruecos, Hasán II.
Mientras, Prado y Colón de Carvajal, en tanto que persona de máxima confianza de Juan Carlos, viajaba a Estados Unidos con un mensaje personal para Henry Kissinger, secretario de Estado del presidente Ford, comunicándole su disposición a que “Marruecos se quede con el Sáhara”, aunque a condición de parar la Marcha Verde lanzada para ocupar el territorio saharaui.
El mismo día en que se produce esta entrevista, el 3 de noviembre de 1975, en La Zarzuela se celebra una “minicumbre” presidida por Juan Carlos, en la que participan el presidente del Gobierno, Arias Navarro; el primer ministro marroquí, Ahmed Osman, el ministro español de Exteriores, Pedro Cortina, y José Solís, ministro Secretario del Movimiento. De esta reunión sale el acuerdo secreto de que la Marcha Verde hiciera una ocupación simbólica del territorio saharaui con una profundidad de solo 10 kilómetros y únicamente durante 48 horas.
Sin embargo, Hasán II no cumpliría su compromiso, reactivando sus planes iniciales de invasión, ante lo que el Gobierno de Arias Navarro, bajo la jefatura del Estado del actual monarca, ordenó a las tropas españolas que abandonaran el Sáhara. Una semana después, el 7 de noviembre, se firmaba en Madrid el Acuerdo Tripartido que formalizaba la entrega del Sáhara a Marruecos.
El problema del libro de Pilar Urbano es que, como la web de la Casa Real, presenta una imagen edulcorada no solo en este punto negro de la trayectoria de Juan Carlos sino en otras cuestionadas situaciones. Así, la postura del rey en la crisis saharaui resulta ser una maniobra estratégica que libró a España de una nueva guerra. Lo mismo ocurre cuando Juan Carlos aparece junto a Franco en las multitudinarias concentraciones de apoyo a la dictadura durante el Proceso de Burgos y en defensa de los últimos fusilamientos del franquismo el 27 de septiembre de 1975. Para Pilar Urbano fueron  una “moneda falsa” que se debía pagar para acceder a la Corona: “el precio del trono”.
Parafraseando al propio Juan Carlos, la autora dice que el rey vivió la crisis del Sáhara como “un trago muy amargo” y que se esforzó en evitar “una guerra indeseable que no hubiésemos ganado”. Como también se reconoce en esta obra, la mayor parte de los militares no eran de esa opinión y estaban dispuestos a defender al pueblo saharaui frente a Marruecos. Como se sabe, estos militares, de forma generalizada, vivieron la entrega a Marruecos como una traición, algunos mantuvieron en esos últimos momentos contactos con el Frente Polisario y hasta hay quien afirma que les facilitaron vehículos y armamento para defenderse de la invasión marroquí. Pilar Urbano, al concluir este capítulo, cita de forma significativa los últimos gritos que se atribuyen al último capitán que abandonó la colonia: “¡Moros, hijos de puta! ¡Viva el Polisario!”.