El 4 de agosto, camino de El Aaiún, un
grupo de españoles entre los que se encontraba el arcense Francisco Javier
Velázquez fue expulsado de los territorios saharauis desde un control en la
entrada de la ciudad. Su viaje al Sahara ocupado había terminado forzosamente
después de sus desavenencias con la policía marroquí. Pero, para más inri, la
expedición sufrió una segunda y no menos desagradable expulsión, que tuvo lugar
en el sur marroquí, en el pueblo de Goulemine, donde también viven familias
saharauis.
Antes de conocer de primera mano la
realidad del Sahara y antes de ser
expulsada, esta brigada internacionalista de observación y cooperación ya era
consciente de la responsabilidad política sobre la ocupación de Marruecos en
territorio saharaui que tienen tanto el reino alauita, el Estado español como
el Estado francés y la comunidad internacional, la ONU, etc...
Los españoles manifiestan que sólo
necesitaron “cuatro días para conocer la
actitud del Estado marroquí, su policía y
la estrategia de bloqueo (político, mediático e informativo) que sufre
el pueblo saharaui”. La primera expulsión fue en territorio del Sahara
occidental, pero la segunda vez, “que fue lo más increíble e ilegal, fue la expulsión sin explicaciones alguna del
propio país. Al tener el visado por parte de ellos mismos, teníamos libertad de
movimiento por todo Marruecos”, explica Francisco Javier Velázquez.
“Los observadores internacionalistas no
sólo somos incómodos en el territorio saharaui, sino que quieren impedir
cualquier tipo de colaboración entre toda persona y colectivo que conozca la
realidad del Sahara. Incómodos como en otros trabajos en Palestina, Kurdistan,
etc.”, comenta desde su dilatada experiencia en el terreno humanitario.
Después de su segunda expulsión y cansados
del silencio, los españoles acudieron al Consulado del Estado español en Agadir
para denunciar la actitud de la policía marroquí. En este sentido, corroboran
el bloqueo estructural que mantiene Marruecos respecto al Sahara y la
responsabilidad política de la ONU.
El día 1 de agosto, este grupo se dirigió
desde Marrackech a Smara Boujadour con la intención de conocer en primera
persona la realidad de este lugar y poder reunirse con colectivos y
asociaciones de la zona, ya que, como consecuencia del bloqueo informativo
impuesto por el Gobierno de Marruecos, “es imposible percibir las dimensiones
de la represión que sufre el pueblo saharaui”. Ejerciendo, pues, su tarea de
observador, el arcense fue expulsado por dos ocasiones de tierras saharauis por
parte de la policía marroquí.
Smara es una ciudad al noreste del Sahara
ocupado. Pronto pudieron ver que esta ciudad es “un claro ejemplo de la
colonización marroquí que sufre el pueblo saharaui, ya que se podían ver
militares y policías en todas las esquinas, siendo en número casi tantos como
los ciudadanos de a pie”.
Como les explicaron sus amigos saharauis,
“la gran mayoría de la población de Smara está compuesta por colonos
marroquíes. Los saharauis son una pequeña gota de aceite en una balsa de agua.
Además, aparte de ser minoría, también son marginados. No sólo sufren la
persecución y acoso político, sino que también son víctimas constantes de un
fuerte racismo por parte de los colonos, en la escuela, en la calle, en el
trabajo...”.
La expedición española llegó el 2 de agosto
y el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Smara le invitó a su casa
para estar en ella los días que pasaría en Smara.
En todo momento se sintieron parte de esa
gran familia que integran los saharauis; siempre estaban a su lado para
ayudarles y compartir historias: La haima siempre esta abierta”. Esta casa fue
su sede, y en ella se reunieron con diferentes colectivos radicados en Smara. Y
es que los saharauis se reúnen en casas, ya que tienen negado el derecho de
reunión. Entre estos colectivos conocieron a la Junta de Mujeres Saharauis de
Smara. Este grupo está formado por mujeres que han sufrido en primera persona
la represión marroquí. Son miles las saharauis que han padecido de forma
directa esta represión, pero, sin embargo, no existen datos oficiales de ella.
Es en este terreno donde trabajan estas mujeres, reuniendo información y datos
de personas torturadas, encarceladas, desaparecidas, asesinadas... desde 1975.
También se reunieron con tres mujeres del
grupo Sol de la Libertad. Estas también recogen información sobre su cruel realidad
para difundirla internacionalmente. A parte de eso, es el grupo con mayor
presencia en la calle, siendo, entre otras muchas cosas, las organizadoras de
la mayoría de las movilizaciones en las cuales toma parte todo el pueblo
saharaui.
Al día siguiente se reunieron con la
coordinadora de Jóvenes Saharauis de Smara. Esta asociación está integrada por
jóvenes que tienen congeladas las ayudas por tomar parte en acciones políticas.
Los saharauis tienen grandes problemas para poder trabajar, porque el Gobierno
marroquí da estos puestos de trabajo a los colonos. Al mismo tiempo, este
Gobierno da pequeñas ayudas a las familias saharauis, siendo esta, en muchos
casos, su única fuente de dinero, aunque no les dé oportunidad de vivir
dignamente.
“Siendo esta la situación mayoritaria, el
Gobierno marroquí utiliza estas ayudas como chantaje para que la población
saharaui no participe en acciones políticas, porque de ser así, les congelan
las ayudas. Y por otra parte, el Gobierno marroquí limpia su imagen internacionalmente
con dichas ayudas. Por todo esto, esta asociación de jóvenes ayuda a las
familias que no tienen ningún ingreso. Por encima de todas las dificultades y
trabas que les impone el Gobierno marroquí, el pueblo saharaui lo tiene muy
claro: no podrán congelar sus ideas como congelan las ayudas”, explica
Francisco Javier Velázquez.
El grupo de españoles pasó dos días en
Smara, tiempo para poder ver y sufrir la constante presencia policial y el
seguimiento al que es sometido el pueblo saharaui con sus propios ojos: “Éramos
seguidos en todo momento y teníamos dos coches en la puerta de casa día y
noche. Realizar cualquier movimiento es tarea difícil para el pueblo saharaui,
así como lo ha sido para nosotros. Dentro de esta estrategia represiva, los
caminos están llenos de controles en los cuales te niegan el paso, los
saharauis nos recuerdan que no tienen derecho a moverse en su propio pueblo.
Por desgracia, nosotros también hemos padecido esta falta de derechos”.
Velázquez apunta que “a pesar del corto
tiempo transcurrido con ellos, hemos tenido la oportunidad de conocer de cerca
este pueblo y su lucha. El pueblo saharaui vive y lucha como una gran familia
unida. Aunque cada colectivo trabaja un campo predeterminado, todos tienen en
común dos grandes objetivos de lucha: la autodeterminación y los derechos
humanos. Tienen muy claro que la situación represiva diaria no va a condicionar
su vida. Las palabras sumisión y miedo no aparecen en su diccionario. Por ello,
se definen como un gran árbol con innumerables raíces. Y viendo el corazón y
fuerza que tiene este pueblo, tenemos claro que este gran árbol florecerá. Por
eso es necesario que todos los pueblos luchen solidariamente junto al
saharaui”.
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